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En la vida personal los primeros días del año suelen estar llenos de buenos motivos y mejores propósitos. El reto consiste en materializarlos en la vida cotidiana laboral, académica y familiar. Pero también tenemos un desafío mayor y es lograr que los proyectos de vida personales estén sintonizados con las demandas de nuestras realidades sociales: por ejemplo, en el 2013 todos los colombianos tenemos la obligación de detenernos a pensar cómo aportar a la paz. El reciente mensaje para la celebración de la XLVI Jornada Mundial de la Paz puede ayudar a quienes deseen atender tal obligación.

 

A pesar de los fenómenos hirientes con los que convivimos -desigualdad, violencia, corrupción-, es posible afirmar que Colombia contribuye a las iniciativas de paz que demuestran la vocación innata de la humanidad hacia la paz. El citado mensaje recuerda que “el deseo de paz es una aspiración esencial de cada hombre, y coincide en cierto modo con el deseo de una vida humana plena, feliz y lograda. En otras palabras, el deseo de paz se corresponde con un principio moral fundamental, a saber, con el derecho y el deber a un desarrollo integral, social, comunitario”.

 

Nuestros proyectos personales, en clave de contribuciones a la paz nacional, pueden encontrar muchas fuentes de inspiración si concebimos acciones que construyan desarrollo con esos adjetivos -integral, social, comunitario, humano, solidario, sostenible- en lugar del tradicional desarrollo con tanto énfasis en lo económico que obtiene riqueza pero acompañada de desigualdad escandalosa, capitales financieros sin control y egoísmo en su máxima expresión. En este sentido, es necesario promover la función social del Estado así como el papel de las redes de solidaridad de la sociedad civil de tal manera que el mercado no solo promueva eficiencia y competencia sino también equidad y cooperación.

 

En todo ello la educación cumple un papel vital. Las instituciones educativas están llamadas a formar líderes para la paz y a fomentar la reflexión científica acerca de un nuevo modelo económico y político, al respecto la exhortación vaticana fija un objetivo tan ambicioso como necesario: “el mundo actual, particularmente el político, necesita del soporte de un pensamiento nuevo, de una nueva síntesis cultural, para superar tecnicismos y armonizar las múltiples tendencias políticas con vistas al bien común”.  

 

Aunque la dimensión de los retos sociales es enorme y puede sobrepasar nuestras posibilidades, podemos hacer contribuciones significativas desde nuestra vida cotidiana; basta con una firme determinación para que nuestras decisiones personales cooperen a la construcción de paz, pues recordemos que “pensamientos, palabras y gestos de paz crean una mentalidad y una cultura de la paz, una atmósfera de respeto, honestidad y cordialidad”. 

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