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El día que los militares se tomaron las calles de Washington para acabar con las protestas contra el racismo y el asesinato sistemático de afroamericanos por parte de la policía, estaba cubriendo las manifestaciones al frente de la Casa Blanca. Después de encontrar refugio de los gases lacrimógenos y las balas de goma, empecé a entrevistar a una mujer afroamericana que estaba en la marcha pacífica. Todo iba bien hasta que le pregunté si me podía describir cómo siente el racismo y la segregación en su día a día. Se quedó callada unos segundos, no me quitó la mirada y terminó la entrevista diciendo: “amigo, que tengas un buen día”.

Se dio la vuelta y siguió manifestándose. Me quedé con la grabadora en la mano.  No entendí lo que había pasado hasta que llegué a mi casa. Claro, de lo obvia, la pregunta fue ofensiva y hasta racista teniendo en cuenta lo que acabábamos de vivir. Responderla era convertirse en cómplice de mi ceguera, era bajarse mucho. Ella no estaba en la manifestación para enseñarle a un “blanco” (aunque soy el negro de mi casa) a ver lo que tiene al frente.

Hacía una semana la policía había matado a George Floyd. Días antes a Breonna Taylor, Trayvon Martin, Tamir Rice, Michael Brown, Eric Garner, Philando Castile… Solo el año pasado los policías mataron a 1000 personas EE.UU. y en Colombia apenas empezamos a contarlos tras el asesinato de Anderson Arboleda. Cómo no abrir los ojos a 400 años de esclavitud, a Códigos Negros, Segregación, linchamientos, desapariciones, desplazamiento, violaciones, despojo, robos, asesinatos, gentrificación…. Racismo que para entenderlo hay que empezar por reconocer los privilegios de los mestizos y formular otro tipo de preguntas. Por ejemplo: ¿cómo se normalizado el racismo? ¿dónde está presente porque no lo veo?

No son los afroamericanos, (los de todo el continente) los que contratan para hacer la contabilidad de las empresas. No son los que hacen las ventas de los proyectos inmobiliarios o concesionario de carros. No son los gerentes de los restaurantes y de los hoteles. No son los directores de campañas, los que escriben los discursos de los candidatos, ni los arquitectos reconocidos. No son los economistas del Banco Interamericano de Desarrollo o del Banco de la República que diseñan planes de desarrollo. No son los gerentes de los bancos Aval, ni los que nos atienden en Bancolombia cuando vamos a pagar las cuentas. No son los periodistas de la redacción de El Tiempo, El Espectador o Semana. Tampoco aparecen de protagonistas en las novelas o en las series que nos gustan. No hacen negocios mientras que juegan golf en El Campestre y no hacen parte del buffet de abogados de Brigard Urrutia o Gómez Pinzón. Contados  son los vemos en los colegios y universidades privadas del país estudiando con los Rodríguez, Pinzón, Pombo, Samper, Botero, Uribe, Restrepo, Jaramillo, Echavarría y Ramírez.

¿Algún médico afrocolombiano en la Clínica del Country o El Rosario en Medellín? ¿Dejaríamos en las manos de un médico afrocolombiano la vida de un familiar? ¿Cuántas familias afrocolombianas vemos comiendo los fines de semana en los restaurantes de la Zona T, La Calera o la 93? ¿Cuántas vemos en el Parque Lleras? Más aún, ¿Algunos meseros que no sean ‘blancos’, o sea mestizos, que nos sirvan la comida en estos restaurantes? ¿Cuántas familias afro vemos comprando ropa en el centro comercial Andino, El Tesoro o Santa Fé? ¿Alguna mujer afro asesorando en alguna de estas tiendas o vendiendo perfumes? ¡No! No los vemos y su ausencia los convierte en ajenos, en ciudadanos de otro país y olvidamos sus problemas. Aunque existan dejar de verlos es normal.

Pagan un precio altísimo por lograr un lugar en la sociedad. Todo les cuesta más por tener un color de piel diferente. Acceder a la salud, a la educación y a la vivienda es costosísimo. Transportarse, bancarizarse, mobilizarse, agruparse, acceder a la justicia y al mercado es mucho más costoso para ellos que para nosotros. Su color los obliga a pagar un precio que es difícil de calcular.

Pero como está de moda medir todo: ¿Hay economistas que hayan medido el sobrecosto de ser negro en Colombia?

Ps: Cómo no resaltar esta frase de Kimberly Jones, manifestante en Estados Unidos: “Son afortunados que la gente negra quiere es igualdad y no venganza”.

https://twitter.com/MatthewACherry/status/1268943581055606784?s=20

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