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Juan Diego Becerra Platín

RADDAR CKG

2016 empezó en medio de una extraña oleada de noticias que nos han mantenido temerosos de lo que puede venir este año. El dólar se ha ubicado en niveles que no habíamos visto, el bajo valor del petróleo nos lleva a pensar en la cantidad de dinero que estamos perdiendo como estado por cuenta de la disminución de los pesos que recibimos, el fenómeno del niño nos tiene esperando unas cuantas gotas de agua para evitar seguir sufriendo por las altas temperaturas, la Selección Colombia no viene en su mejor momento, nos quitaron la corona de Miss Universo, las FARC se han encargado de minar la confianza en un proceso de paz que al menos nos genera alguna esperanza. Pareciese que empezamos el año con el pie izquierdo, como si por alguna razón nos estuviesen hoy cobrando alguna deuda pendiente.

Pero la verdad es que a pesar de las noticias las cosas no pintan tan mal como podría inferirse de las recurrentes noticias en los medios de comunicación. El país no está en crisis, no va a caerse la economía ni vamos a quedarnos sin comida para final de año como vienen andando las cosas. Simplemente entramos en un fenómeno de ajuste que tenía que darse porque estábamos inmersos en una burbuja que estalló, estamos poniéndonos de nuevo de pie y ubicándonos para enfrentar de nuevo los retos que vienen. Pero para llegar allá vamos de a pocos.

Nuestra situación hoy no indica bajo ninguna de las proyecciones de pesimistas o moderados que la economía va a estancarse o a decrecer. Más bien lo que nos pintan es escenarios en los que el crecimiento es lento, aunque al compararlo con nuestros vecinos cercanos, mejor de lo que puede verse en América Latina con contadas excepciones.  La economía sigue creciendo, nos va llevando a pesar de los vientos que aparecen en contra.

Y el más complejo de ellos podría pensarse es el petróleo. El valor al que vendemos los productos de nuestro subsuelo, ese que muchas veces nos ha llevado a pensar que somos ricos. La verdad sin embargo es que nosotros no somos, nunca hemos sido, y por lo que parece tampoco seremos nunca un país petrolero. Si bien vendemos petróleo por cuenta de la producción que tenemos, la verdad es que dentro de nuestra economía el peso de la minería y explotación del petróleo es apenas un pequeño pedazo de nuestra economía. Pesa mucho en las exportaciones que hacemos, alcanzando casi la mitad de la plata que recibimos por los productos que vendemos afuera.

Sin embargo el problema no viene desde este lado de la frontera e incluso hay que decir que lo que es extraño es que el barril de petróleo llegara a precios tan altos, cuando habíamos vivido históricamente en valores apenas superiores a los que tenemos hoy en día. Sin embargo la verdad es que el precio del petróleo está atado a la oferta y la demanda de crudo, que nos obliga a ajustarnos a las disposiciones de los verdaderos poseedores del llamado “oro negro”. Y ellos han decidido que siguen ofreciendo al mercado más petróleo del que mercado en este momento está necesitando, ocasionando que los precios se vayan al suelo. Y entonces nosotros sufrimos, como casi todos los países que venden algo de petróleo. Pero somos muchos los países que estamos en la misma dinámica, nuestros vecinos en medio de ellos.

Y el bajo precio del petróleo está generando que entren menos dólares al país, causando escasez de los mismos y por tanto un aumento en el precio de la divisa. Y entonces tenemos una fuerte devaluación que termina encareciendo ciertos productos, tal y como le ha sucedido a casi todas las economías del mundo. Y entonces vemos que el dólar nos vale mucho más, aun cuando no sean muchos los colombianos que pagan el arroz con dólares. Claro, nos genera aumentos de costos en algunos productos importantes, pero allí también estamos con las manos atadas y nos acomodamos al nuevo valor de los billeticos verdes.

Entonces preciso nos cae este fenómeno del niño que tanto daño nos ha hecho a los colombianos. Y no solo por las altas temperaturas que venimos viviendo, o por los racionamientos que ya cubren buena parte del país. Nos está golpeando fuerte porque las cosechas son menores, la producción de la tierra baja y los animales que nos comemos mueren de sed, como ya hemos visto en lo corrido del año. Así que al haber menos productos pero la misma demanda los precios suben, causando la inflación que venimos viviendo.

Así que estamos en medio de un montón de fenómenos que al juntarse nos muestran una situación que se refleja todos los días en los noticieros y periódicos. Sin embargo el periodo de ajuste viene desarrollándose y nos debe permitir acomodarnos para ponernos al día. Los precios de los alimentos deben dejar de subir, o incluso bajar en la segunda mitad del año, la baja del petróleo ya golpeó a las finanzas públicas y el gobierno ha reducido el gasto en rubros no demasiado sensibles para la población. Además los industriales colombianos y nosotros mismos estamos hoy comprando más productos nacionales por cuenta del aumento de los importados, jalando de nuevo a la industria que habíamos estado mirando con preocupación.

Y también es importante mencionar que los hogares mantienen un consumo importante que mantiene el crecimiento y que seguirá moviendo a la economía. Debemos más bien intentar incentivando a los compradores a ir a nuestras tiendas para que compren, ofreciendo productos con mayor valor agregado que compense un poco el aumento necesario de los precios.

Por eso es importante ver este 2016 como un año para ajustarnos, enfrentar una realidad que habíamos dejado de tener en cuenta y empezar de nuevo con la cabeza en alto. Es el momento de pensar de verdad en las necesidades del consumidor, de desarrollar nuestras marcas, de aprovechar una coyuntura para reemplazar los productos que antes importábamos para hacerlos en nuestro país.  Las nubes oscuras de la economía podremos pasarlas a pesar de las dificultades si logramos dejar el pesimismo a un lado.

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