Los efectos corovinarios en la economía colombiana serán significativos y perdurarán. Las economías solían afectarse por choques negativos como sequías, acuerdos costosos con sindicatos, legislaciones en pro del medio ambiente y pactos entre carteles; todos, en su momento, generaron inflación y estancamiento de la producción, mejor conocido como estanflación.
La COVID-19 se presenta como un novedoso choque negativo de la oferta que desde el campo de la salud tiene efectos similares en la economía, para tratarlo, las recetas económicas tradicionales fracasarán. La valoración habitual indica que deben inducirse estímulos a la demanda agregada para remediar la crisis.
John Maynard Keynes, héroe ante la gran depresión de 1929, argumentó que, ante contextos negativos, los hogares no quieren consumir, las empresas no invierten y, si la crisis es generalizada, el sector externo no será solución (todo coincide con el contexto actual). Por ello, recomendó acudir a las políticas fiscal y monetaria. Revisemos sus potencialidades y limitantes.
Desde la política fiscal, una menor carga tributaria y mayor gasto público estimulan la demanda. Pero, ejecutar gasto requiere ingresos y los gobiernos son aversos a sacrificar impuestos. Además, en la actualidad, con cada dólar perdido por la venta de barril de petróleo, nuestra economía pierde $430.000 millones. El precio seguirá bajando por falta de acuerdo en la OPEP para limitar la oferta, mientras que el virus ralentiza la demanda mundial. Sucesivos e ineptos gobiernos no diversificaron la oferta exportadora y nuestras maltrechas finanzas públicas tienen hoy poco margen de acción.
El estímulo a la economía vía gasto público se explica porque cuando se contratan proyectos y ejecutan planes la gente tiene dinero en el bolsillo y tiende a consumir, efecto similar ocurre con bajas en los impuestos. Habría más dinero para gastar. Así, usualmente se espera reactivar el consumo de los hogares, generando multiplicadores del gasto en la riqueza social, creando un ciclo virtuoso.
“Hoy dependemos más de la economía del cuidado para contener el virus que de sofisticados modelos econométricos e instrumentos financieros”.
Desde el frente de la política monetaria, el Banco de la República ya acordó la inyección de liquidez extraordinaria al mercado (pasando de $9 a $17 billones), haciendo uso de repos (de $20 a $24 billones), swaps (U$400 millones), forwards y demás instrumentos a su alcance que sirvan para brindar liquidez, esperando que los agentes económicos también aumenten su demanda por dinero. Falta por ver en qué punto utilizará las reservas internacionales.
Suponiendo la existencia del músculo financiero para ejecutar gasto público y su combinación con las correctas medidas del banco central, la receta sigue siendo insuficiente. Lo cierto es que la gente tiene miedo, temor del contagio propio y de extenderlo a familiares. En cuestión de días los casos crecieron exponencialmente a 219.000 en 168 países. El mal contexto es completamente novedoso para la teoría económica: en presencia de liquidez monetaria y con dinero en sus bolsillos, el público no quiere gastarlo, la interacción comercial se percibe peligrosa. Existe temor del otro, de sus productos, de sus billetes. Es una situación sin antecedentes en la que las prescripciones acostumbradas tenderán a fallar.
Si bien son necesarias, las acciones tradicionales se vislumbran menos importantes que los efectos que en estos días logre la ‘Economía del Cuidado’; hoy dependemos más de ella para contener el virus que de sofisticados modelos econométricos e instrumentos financieros. Se requiere volver a lo básico, estimular mecanismos de solidaridad en los hogares y distintos niveles locales, inyectar recursos a las entidades de seguridad social, y recordar a la sociedad que el bienestar ajeno importa en el propio. Cuidarse y cooperar es más importante que competir y maximizar ganancias.
También será necesario implementar con rapidez recetas alternativas; más medios de cambio que ofrezcan alternativas al papel moneda; nuevos canales que faciliten la velocidad de las transacciones como el reconocimiento biométrico y facial; profundización de internet en lo comercial. La virtualidad será un escenario clave. La crisis impone como positivo el fomento del respeto a la naturaleza y el entorno en el que desarrollamos nuestras relaciones sociales, reflejándose en las agendas gubernamentales.
El virus no es altamente letal, pero reporta 8.300 muertes. Cuando Keynes fue cuestionado por el carácter de corto plazo de sus soluciones afirmó: “En el largo plazo todos estaremos muertos». Si no actuamos eficazmente, combinando recetas tradicionales y alternativas, también podremos estarlo en el corto plazo.
Andrés Gómez León
Docente de la Facultad de Administración, Finanzas y Ciencias Económicas
Universidad Ean
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