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Mucho se ha insistido en el ingreso del país a un “club de buenas prácticas”, pero ¿qué significa esto y qué relevancia tiene? Aquí, el alcance en su justa medida.

Colombia en la OCDE

 

En días pasados Colombia recibió la noticia de que fue aceptada para participar como miembro en la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), lo cual es, sin duda, un hecho histórico para el país y el cierre de un proceso que se inició en 2011 bajo la presidencia de Juan Manuel Santos. De esta forma, el país se posiciona en Latinoamérica, junto con México y Chile, quienes ya son miembros desde 1994 y 2010, respectivamente. Como dato interesante, Colombia accede antes que países de mayor desarrollo socioeconómico como Argentina y Brasil.

Desde hace varios meses, y naturalmente desde el surgimiento de la noticia, muchos analistas han comentado las bondades de estar en la OCDE, y se ha repetido incansablemente la muletilla del “club de buenas prácticas”. Efectivamente, es un club de buenas prácticas, pero ¿qué quiere decir esto, y qué relevancia tiene para Colombia? También se ha señalado, con algo de exceso de optimismo, que ahora se logrará alcanzar metas de crecimiento y desarrollo económico sostenidos para el país.

En mi opinión, pertenecer a la OCDE da unas condiciones necesarias, pero no suficientes para alcanzar dichos objetivos. Mirando la experiencia de México y Chile, efectivamente estos han crecido y se han desarrollado en el periodo que concuerda con su acceso a la OCDE. Sin embargo, en fenómenos sociales correlación no significa causalidad y, por lo mismo, no podemos afirmar que esto sea un resultado del acceso a este club. Basta mirar estadísticas de desarrollo económico de Colombia para darse cuenta de que también ha tenido progresos similares estando fuera de la OCDE. De hecho, hay pocos estudios que muestren la existencia de dividendos de pertenecer a esta organización.

 

“Ingresar a este organismo da unas condiciones necesarias, pero no suficientes para alcanzar las metas de crecimiento y desarrollo económico sostenidos para el país”.

 

Continuando con el caso de estos países latinoamericanos, podemos observar que luego de varios años en la OCDE, persisten serios problemas de desarrollo humano que los alejan de los estándares de sus socios ricos del club: precariedad del empleo, segregación social, acceso diferenciado a servicios básicos, violaciones a los derechos humanos, ente otros, los cuales son parte integral de lo que entendemos por desarrollo hoy en día. En otras palabras, pertenecer a este organismo tampoco es una fórmula mágica.

Entonces, ¿qué podríamos esperar para Colombia? En un país caracterizado por tener políticas de gobierno mas no políticas de Estado, y en el cual se hace tabula rasa con cada nuevo gobierno que pretende “inventar la rueda”, pertenecer a la OCDE supone el comienzo de una necesaria continuidad en las políticas públicas a través del tiempo y los gobiernos. Esto les daría una sólida base a muchos buenos programas públicos que en la actualidad suelen tener un ciclo de vida vinculado al del gobierno de turno.

 

“Pertenecer a la OCDE supone el comienzo de una necesaria continuidad en las políticas públicas a través del tiempo y los gobiernos”.

 

En conclusión, pertenecer a la OCDE no garantiza un proceso automático de desarrollo económico, pero en el contexto colombiano servirá como un mecanismo para “atarles las manos” a los gobernantes, generando consensos a nivel político que trasciendan los diferentes ciclos electorales. Esto solo podrá redundar en una mayor planeación que, a su vez, permitirá asumir compromisos de mediano y largo plazo, reducir la incertidumbre en la toma de decisiones y fomentar el cumplimiento de los objetivos de desarrollo sostenible. ¡Son muy buenas noticias para Colombia!

 

Enrique Gilles
Profesor Titular y coordinador del Doctorado en Gestión
Universidad EAN

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