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En febrero de 2017 la mayoría de titulares de la prensa especializada indicaban que la economía colombiana registraba el menor crecimiento de los últimos 7 años, pues 2016 cerró con un crecimiento del PIB del 2% –según reporte del DANE –. Por debajo del crecimiento del 3.1% de 2015 y lejos de la tasa de crecimiento de 2011 del 6.6%. Un franco retroceso especialmente evidente en el segundo mandato de Santos.

El optimismo del Gobierno nacional suponía que 2017 sería el año de la recuperación, afirmando que el crecimiento económico estaría entre 2% y 3%. Para agosto de 2017 el optimismo se diluía y para septiembre el Banco de la República preveían que el crecimiento del PIB estaría entre el 1.7% y 1.8%. En octubre de 2017 la medición del DANE confirmaban las sospechas reportando que el crecimiento del PIB en el tercer trimestre era del 1.7%. La semana pasada el resultado definitivo informado por el DANE es que el crecimiento de la economía en 2017 fue del 1.8%

Varios factores pudieron influenciar el resultado mediocre en términos de crecimiento: la expectativa de crecimiento estaría condicionada al bajo crecimiento de 2016, el pobre desempeño de la industria, pero los casos de corrupción en el sector de infraestructura y la reforma tributaria de 2016 impactaron fuertemente la confianza y el ingreso de los consumidores deteriorando la demanda agregada. El deterioro de la demanda se traduce en menor inflación –que cerró el año 0.6% por encima del promedio esperado del 3.5% –, pero efectivamente más baja que en 2016 cuando cerró en 5.75%, de las pocas noticias positivas en 2017.

La desaceleración del crecimiento del PIB tiene efectos negativos sobre el bienestar de las personas, en particular sobre el empleo, la pobreza y la equidad. Efectivamente 2017 cerró con una tasa de desempleo nacional del 9.4% mayor que en 2016. Periodos largos de desempleo incrementa la probabilidad de que los hogares se empobrezcan, de hecho se sabe que un aumento en 1% del crecimiento del PIB implica en promedio una disminución de 2% en la incidencia de la pobreza. La desigualdad en Colombia sigue siendo de las más altas del mundo, con una característica desastrosa: ninguna reforma tributaria ha logrado mejorar la distribución del ingreso, pues el GINI permanece intacto.

La baja favorabilidad del presidente Santos no solo tiene que ver con la paz que intenta establecer con cuestionable éxito, sino también con el pobre desempeño de la economía y sus efectos adversos sobre la población. Es hora de recuperar la confianza en el mercado, los inversionistas, empresarios y consumidores, sin una economía sana será muy difícil financiar el gasto social y, por supuesto, consolidar la paz.

@jhbarrientos

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