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Como el objetivo más importante que convoca a la Corporación Bienestar es el de proponer más que criticar, el presente escrito busca ofrecer cursos de acción que contribuyan a buscar un comienzo de salida a la crisis de legitimidad imperante en el país.

En estos momento críticos, pareciera que se configura una profecía de campaña referida a Venezuela, en algún grado autocumplida: instituciones que hasta el momento conservaban algún grado de independencia han sido absorbidas por un híper presidencialismo cada vez más acentuado; un sistema de frenos y contrapesos (check and balances) desbaratado por la reelección presidencial hasta hace poco vigente; una fuerza pública con muchos de sus integrantes con una marcada ideologización y politización y una ciudadanía que la percibe como enemiga y no como salvaguarda de la seguridad; el orden público en retroceso; un círculo muy cerrado de funcionarios, que no son necesariamente los más idóneos, ni los más competentes ni capaces rotando en los puestos más altos, no solo del ejecutivo sino de los organismos de control; una política exterior (cuando existe) de regreso a la narcotización u orientada por el deseo, por la ideologización extrema y no por el pragmatismo y el interés nacional.

Además de lo anterior y como si fuera poco, un Congreso que durante y después de la pandemia no ha cumplido con su papel de control político; unos grupos de interés gestionando con mucha eficiencia pero con poco sentido de la nacionalidad; un sistema judicial con un altísimo nivel de ineficiencia y reacio a las reformas en el alto nivel.

Por otro lado, una oposición extrema sacando provecho de todas esta situaciones, pero, además, promoviendo con falacias y exageraciones unas acciones y reformas que nos llevarían a situaciones similares o peores que las de hoy. Ni qué decir de los grupos criminales disidencias o persistencias aprovechando cada vacío que ha dejado el Estado, no solo en el territorio sino también en la coherencia y liderazgo para potenciarse (en la realidad y en la percepción).

Así, en primer lugar habría que mejorar la falta de liderazgo presidencial, lo que en parte se soluciona recuperando las posiciones que defendía, no solo en campaña, si no de senador y como columnista y ser consecuente con ellas. También es mandatorio desprenderse del coro de áulicos que lo asesoran. Mucho daño le hace a cualquier líder solo escuchar las voces que lo adulan y refrendan lo que piensa. Por el contrario, se necesitan funcionarios que le digan, no lo que quiere sino lo que necesita escuchar para mejorar el proceso de toma de decisiones y disminuir la propensión al error.

En el mismo sentido, debe ampliar no solo cuantitativa sino cualitativamente estos círculos de confianza de donde tiene la cantera para nombrar, entre otros, a sus ministros. No es concebible que solo sean  tres o cuatro personas los que puedan rotar por las mas altas dignidades. Su escogencia no solo puede darse por el factor ideológico. Debe hacerse por criterios de capacidad, idoneidad, competencia y preparación, entre otras.

Buena parte del alto mando militar y policial es consciente de la necesidad de actuar de la manera como se ha descrito, pero algunos factores, de los cuales deben ser conscientes, están frenando una decisión en este sentido.

Así, es necesario que la cúpula manifieste la necesidad de reorientación del rumbo, siempre conservando los canales y el respeto por su comandante supremo, que por lo mismo es una necesidad por lealtad no con la persona, sino con la dignidad que representa y con la estabilidad del régimen democrático y del futuro como nación.

No se trata de ignorar importantes elementos de desestabilización ni de llamar a la insubordinación. Por el contrario, lo que se propone es que, como se ha hecho en otros momentos, se haga un análisis profundo, sistémico, ponderado y se proponga un plan, este sí estratégico, que permita articular los diferentes factores de poder y dar un principio consistente de solución a varios elementos problemáticos, de riesgo y de amenaza, valorando cada uno de ellos en su debida proporción, grado de urgencia e impacto. A su turno, el presidente debe tomar esta propuesta como un acto de sinceridad y de entereza, analizarlo, retroalimentarlo e implementarlo.

Aún guardo la esperanza de un cambio de rumbo que sea consistente con anteriores posiciones del actual presidente. Es su responsabilidad  tomar decisiones que permitan reanimar la esperanza, recuperar la legitimidad y buscar la unidad, no solo escuchando viejas retóricas sino a una realidad que obliga a ser abierto, decidido y ante todo el líder que necesita el país.

JOHN ALEXÁNDER MORENO BELTRÁN

Experto en Inteligencia estratégica, Profesional en relaciones internacionales y estudios políticos (Cum Laude), Mágister en gobierno y políticas públicas, Administrador aeronáutico. En la actualidad es el Director Corporación Bienestar

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