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¿Puede la desigualdad entre miembros de una sociedad o entre diferentes naciones ser un riesgo más grave para la marcha del mundo que el pandemónium climático creado por el calentamiento global? ¿Es posible que en un listado de conexión de riesgos el mal gobierno, la fragilidad de los Estados y el equivocado manejo de la urbanización mundial potencien la inequidad en el camino de la catástrofe?

La respuesta única es un sí categórico. Se desprende del interesante informe “Riesgos globales 2013”, divulgado en las cabañuelas de este año por el Foro Económico Mundial. Ha pasado inadvertido. Tal vez por la complejidad de su lectura e interpretación, que va más allá del reporte oficial de prensa.

El resumen se ha centrado en mencionar riesgos básicos y primarios como la salud, la presión sobre la economía y el medio ambiente, y los incendios digitales. Pero este bosque no puede ocultar árboles como la marcha desigual de la sociedad, las crisis financieras, los malos gobiernos que se equivocan en sus decisiones –-y ponen el Estado al servicio de los mercados– y el errado direccionamiento de las sociedades de masas y de la incontrolable urbanización global.

Los factores pueden dejar el carácter gaseoso y teórico que podrían tener, al emplazarlos en situaciones propias de Colombia. El reciente informe del Dane sobre pobreza e indigencia en el país más feliz de la tierra, permite reconocer el avance que se ha logrado en disminuir brechas sociales y económicas e insertar a millones de personas en niveles de vida adecuados y dignos. La baraja de la penuria ha repartido mal sus cartas: en un extremo, Bogotá tiene un nivel de pobreza del 13% y en el otro se muere el Chocó con un 64% de pobreza y un 34% de indigencia. Lo siguen Cauca, Córdoba, Magdalena y la Guajira.

Y lo que puede ser una celebración por los logros de la capital se convierte en un drama: esta ciudad seguirá llenándose de inmigrantes desesperados, que huyen de su no-presente local –-ya ni siquiera es no-futuro–, y habitarán con sus numerosas proles los semáforos, el asfalto y los barrios de las colinas.

Gobernar en estas condiciones, exime a los responsables del método prueba – error. No estamos para eso. Por tal razón resulta tan grave el asunto de las basuras en Bogotá, que como acto de gobierno resta credibilidad a la administración y es caldo de cultivo de la desesperanza y la confusión.

También caben ahí el descalabro financiero de Interbolsa y la corrupción rampante. La forma cómo estos riesgos se conecten puede hacer una nación inviable y crear un efecto dominó que les dé la razón a los denostados mayas.

 

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