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@cgalvarezg

Si el científico colombiano Alejandro Jadad piensa que “todos los modelos que guiaron nuestras vidas en el siglo XX ya no funcionan, se han vuelto nuestros enemigos: el sistema sanitario nos enferma y nos mata, el educativo nos embrutece y el financiero nos empobrece”, hay que decirle que se le olvidó el sistema pensional.

Que nos engaña toda la vida con espejismos. Que privilegió regímenes especiales e hizo posibles provechosas pensiones a edades tempranas para ciertos funcionarios. Que es una víctima elegida de la trampa y la corrupción para lograr ventajas millonarias. Que obliga a contribuciones excéntricas que ni con la valorización y la redención del bono pensional completan una suma digna para tanto esfuerzo. Y que tiene a dos de cada tres colombianos condenados a pauperizarse al final de sus vidas.

Hay que decirlo con claridad: tal y como está concebido, el sistema pensional corresponde a una época en la que eran otras las condiciones del trabajo y de la vida. Respecto al primero, había estabilidad. Una persona podía permanecer en el cargo un largo tiempo, escasamente acechada por fantasmas como el desempleo o el despido intempestivo. Cotizaba regularmente al Seguro Social y podía pensionarse a una edad más o menos razonable.

Las cosas cambiaron con la dictadura del mercado. Las empresas tuvieron que hacer del trabajo un costo muy, muy variable, un recurso de supervivencia que no dudaban en utilizar. Algunas eran particularmente fieras con los trabajadores que habían permanecido determinados años en la compañía. Al liquidarlo, si bien es cierto lo dejaban a merced de su propia capacidad laboral, también lo enfrentaban al dilema de la edad.

La gente comenzó a tener una mayor expectativa de vida enfrentada a una opción laboral cada vez más estrecha. No sólo por la situaciones propias del desempleo, sino porque el mercado del trabajo se organizó de tal forma que obligó al paro a los mayores de cierta edad. Después de los 40 ya no contratan trabajadores. Y todavía quedan 22 años – hombre y 17 años – mujer para cotizar y lograr una pensión exigua. Menuda faena, tío.

Las cifras son deplorables, comenzando porque sólo uno de cada tres colombianos pueda jubilarse. De los pensionados, el 80,3% se encuentra en el Régimen de Prima Media (1.321.000 personas). El 5,6% tiene un ahorro individual (56.000 personas). Y el 16,3% pertenece al régimen especial (267.000 personas). En Colpensiones están adscritos el 75,9 % de los que se encuentran en RPM, en Cajanal un 17,9% y en los otros un 6,3%. En los regímenes especiales, el 5,0% es de Ecopetrol, el 50,5% es del magisterio, el 14,8% de las Fuerzas Militares y el 29,7% de la Policía.

Como si esto fuera poco, el 20% de la población más pobre recibe el 0,1% de los subsidios de pensiones y el 20% de la población más rica recibe el 86,3% de contribución. El 24% del Presupuesto Nacional se dedica al gasto pensional. La deuda en pensiones merodea entre el 112% y el 150% del Producto Interno Bruto. La bomba hace tic tac…

Por eso el Ministro de Trabajo Rafael Pardo está pedaleando una Reforma Pensional, que debe llegar al Congreso en 2013, ojalá cuando los HHPP vuelvan de sus largas vacaciones. En pocos días socializará el documento con una Comisión Tripartita. Y se recomienda que lo divulgue entre la población condenada a la pobreza en la adultez mayor. Hay 6.500.000 personas en edad de pensionarse.

El gobierno no contempla aumentar la edad de jubilación, ni las semanas de cotización. Pero necesita implementar mecanismos para no bordear esa catástrofe social. Se los han recomendado entidades como el Foro Económico Mundial, la firma Mercer y la OCDE – Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico.

Básico: garantizar el empleo hasta la edad exigida. No podemos seguir quejándonos de que la gente no ahorra ni aporta para la jubilación, si en el desempleo o el rebusque difícilmente les alcanza para el día a día. Trabajo legalmente, aporto legalmente. Incluso si he pasado los 40. O los 50.

¿Debe buscarse un ahorro adicional? Por supuesto. Para eso hay que tener lo primero y orientar a las personas en una educación financiera lógica y no que viaje por las nubes. El Estado tiene que equilibrar la orgía del consumismo –-que muchos presentan como la panacea económica, el nirvana del capitalismo –, si no quiere hallar a la vuelta de dos años un grupo incontable y crítico de endeudados. Las cifras son alarmantes. El crédito de consumo crece al 22%. De cada 100 pesos de ingresos, casi 22 se los come el pago de intereses. Y las entidades financieras les siguen prestando a quienes ya tienen el balance en rojo.

Con empleo hasta pensionarse y con mecanismos de ahorro, hay que pensar en no mandar al jubilado a la casa, muchas gracias y te veo. Hay que buscar vías para que mejore sus ingresos con trabajos parciales y para que se abran ante él opciones de formación y descanso, de ocio creativo.

Mientras avanza la Reforma Pensional, ahí están los Fondos de Pensiones con 515.000 millones de pesos que les llegan mensualmente, para invertir y hacer crecer las cuentas de sus afiliados. Están validando ante la Superfinanciera la autorización para implementar las nuevas modalidades de pensión establecidas mediante la circular externa 013 de 2012. Son cuatro: Renta Temporal Cierta con Renta Vitalicia de Diferimiento Cierto, Renta Temporal Variable con Renta Vitalicia Diferida, Retiro Programado sin negociación de Bono Pensional y Renta Temporal Variable con Renta Vitalicia Inmediata. No las entienden ni en las oficinas de los fondos, pero todo parece indicar que les sirven únicamente a los afiliados que tienen buen billete en sus cuentas.

En fin, el tema está en el menú. Ojalá seamos parte de los que comen y no de los que son comidos.

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