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El primero de enero de 2013 millones de colombianos amanecieron con uno o varios ejemplares de un devaluado pero histórico billete. Se trata del papel moneda de 1.000 pesos, que completó seis años circulando con un nuevo y polémico diseño. Y que el Banco de la República sacó de circulación luego que Oropeza terminara de cantar su triste melopea, para instituir definitivamente las bellas monedas con la bimetálica imagen de la tortuga caguama (caretta caretta), que en la vida real tal vez comparta con el billete el proceso de extinción.

Tengo con ese billete un amor contrariado. El 19 de marzo de 2012 escribí en el Blog 507 Palabras la columna “Fidel Castro en billete de $1.000”. Refería en ella el resultado de una conversación con el arquitecto Francisco Pardo. Entre tinto y tinto me había revelado que la imagen del líder cubano estaba presente en el billete dedicado al caudillo Jorge Eliécer Gaitán. El video con ese descubrimiento reptaba en internet, pero no había trascendido a la prensa.

Así que tres días después de su aparición en la red, decidí publicar la columna en Portafolio impreso. “Justo bajo el sobaco de Gaitán, con su bigote incipiente y los 22 años que tenía cuando estuvo en El Bogotazo –escribí sobre la ubicación del Comandante en nuestro billete más popular–. Está sombreado en medio de la multitud, al final de la firma de quien fuera asesinado ese lluvioso 9 de abril de 1948. En internet se llama ‘El gran secreto del billete de 1.000 pesos colombiano’, y hay una buena cantidad de videos al respecto, lo mismo que otros sobre mensajes ocultos en los papeles valiosos del emisor”.

La columna atrajo la atención de los medios de comunicación. Periodistas y columnistas confirmaron inmediatamente que no había duda que se trataba de Fidel Castro. Eso planteaba varias inquietudes. Que el banco emisor hubiera sido víctima de un golazo al no darse cuenta de ese registro: la altiva faz de Castro Ruz mimetizada entre una multitud adormecida en la palabra del líder.

Hay ahí una contradicción evidente. La masa aparece inquietantemente pasiva. No refleja la ferocidad del 9 de abril, y mucho menos muestra el enardecimiento que provocaba Gaitán con sus intervenciones. Tampoco corresponde, a “La marcha de las antorchas”, la tal vez única silenciosa manifestación que convocó Gaitán el 18 de julio de 1947, en la que 100.000 personas protestaron por “la masacre de las bananeras” y la violencia artera del gobierno conservador.

Gaitán saluda, pues, a una multitud de papel y Fidel Castro está ahí en un billete que no corresponde al 9 de abril. La pregunta que entonces hice era sencilla:

“¿Es lícita la imagen en el billete más popular de Colombia? Hay quienes consideran una afrenta perpetuar de ese modo en un billete nacional la efigie de quien posteriormente, barbudo en el poder, tuviera tanta injerencia en la beligerancia asesina de la guerrilla en Colombia.

Ese es el anverso.

Y está el reverso. Si Fidel Castro estuvo en Bogotá para la Conferencia Panamericana, si como todo parece indicar, habló con el mismísimo Jorge Eliécer Gaitán, y si después, para bien o para mal, se convirtió en uno de los más importantes líderes mundiales en el siglo XX, pues que vaya en el billete dedicado a ‘El Caudillo’.

No se puede tapar el sol con las manos”.

Consultado sobre esta travesura numismática, el presente director del Banco de la República no le paró bolas. Tampoco el admirado gerente de la época en que se imprimió. El artista que lo dibujó se toteó de la risa cuando le plantearon el asunto. María Isabel Rueda escribió, confirmando al final que esa polémica como el amor del tango era flor de un día: “No existe posibilidad alguna de que la imagen recién 'pillá', que aparece en el controvertido billete de mil pesos colombiano, no sea la de Fidel Castro Ruz: es idéntico. Aunque lo siga negando su dibujante José Antonio Suárez, quien se confiesa acusado de lo mismo con ‘Angelina Jolie, el Papa, los Beatles y hasta con mi abuelita».

Seis años de pasar de mano en mano y una semana de polémica se van ahora, al sacar de circulación al billete de $1.000. ¿Quiere decir eso que el papel que calienta en su bolsillo no tiene valor? Por ahora es un tesoro. Es la vigésima parte del aumento del salario mínimo y tiene una significativa carga histórica. Cuando desaparezca, tal vez redoble su valor numismático. Aunque la tortuga caguama le pase por encima con sus brillos dorados y su lema “cuidar el agua”… de paso para San Andrés.

 

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