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El consumo de tabaco ocasiona la muerte a 8 millones de personas, que dejan pérdidas a las economías de los países valoradas en US$1.400 millones por cuenta de los gastos de atención en salud y la pérdida de productividad.

El consumo de tabaco mata a 8 millones de personas al año, que dejan pérdidas a las economías de los países valoradas en US$1.400 millones por cuenta de los gastos de atención en salud y la pérdida de productividad.

No es un trabalenguas para despistados. Más bien, es el flaco favor que la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (COP 26) le hizo a la novena sesión (COP 9) del Convenio Marco para el Control del Tabaco (CMCT) de la Organización Mundial de la Salud (OMS), pues la primera, pese a ser calificada como un bla, bla, bla, nubló a la segunda.

A su vez, la COP 9, se nubló así misma por haberse hecho virtual (pero con reglas específicas de participación) y con una agenda breve, mientras que sus discusiones de fondo, las más trascendentales, se dejarán para la próxima reunión, es decir, la COP 10, de la que se espera sea presencial.

Si lo anterior no fuera suficiente surgió otro agravante aún más complejo: la reunión fue infiltrada por la industria tabacalera mundial que repartió dinero (en dólares) para que algunos la boicotearan, denuncia hecha por 66 ONG de la región, entre las que se destaca la colombiana Fundación Anáas. La denuncia que puede consultar aquí: https://saludjusta.mx/interfertenciacop9/

En fin, todo un galimatías que, por su lado humano busca prevenir la muerte anual de 8 millones de personas por el consumo de tabaco, que dejan pérdidas a las economías de los países valoradas en US$1.400 millones por cuenta de los gastos de atención en salud y la pérdida de productividad.

“A diferencia de la COP 26, en esta COP 9 sí se están mostrando resultados, pues el Convenio, en mucho menos tiempo, ha logrado resultados mucho más contundentes y tangibles en la reducción en el número de fumadores y, precisamente, por eso es víctima de los ataques persistentes de las tabacaleras”, dijo Blanca Llorente, directora de Investigación de la Fundación Anáas.

Precisamente, las tabacaleras son las que muestran su lado más oscuro en todo este asunto, pues no desfallecen en la intención de hacer que la gente siga consumiendo tabaco, bien sea en cigarrillos o usando otros dispositivos, como los que hoy promociona para (supuestamente) dejar de fumar.

Todo lo anterior en medio de los ‘picos’ de la pandemia de la COVID 19, enfermedad causada por el coronavirus que ha llevado a una tragedia mundial, atenuada ya por la oferta de vacunas para combatirla.

En cuanto a la COP 9, un comunicado de Framework Convention Alliance dice que antes de que surgiera la pandemia de la COVID-19, el mundo ya estaba muy lejos de cumplir los objetivos acordados para acelerar la implementación del Convenio Marco de la OMS para el Control del Tabaco (CMCT).

«Un análisis de 2019 encontró que solo 32 países están en camino de lograr el objetivo acordado a nivel mundial de reducir el consumo de tabaco en 30% para 2025. Y aunque la implementación del CMCT continuó mejorando modestamente en el período 2018-2020 para la mayoría de los países de la OMS, todavía existe una gran necesidad de que las Partes aborden muchos de los artículos de una manera más completa», dice el comunicado.

De todos modos, y pese a lo referido, esta COP 9, que inició sus sesiones el lunes 8 de noviembre e irán hasta el próximo sábado 13, no es un caso perdido. Framework Convention Alliance destaca que hay dos temas urgentes y de gran importancia que están tratándose allí: el presupuesto y plan de trabajo, estableciendo las prioridades clave para las actividades del CMCT en los próximos años, y el fondo de inversión.

Dicho fondo propuesto representa una oportunidad significativa para ayudar a financiar el presupuesto de la COP en un momento en que se requieren mayores recursos económicos para acelerar la implementación y proporcionar a las Partes la asistencia que requieren, particularmente, los países de bajos y medianos ingresos.

“Una lección que debería aprender la COP 26 de la COP 9 es que gestionar con más prudencia los conflictos de intereses dan mejores resultados en las políticas para atajar estos problemas de la humanidad”, concluyó Blanca Llorente, directora de Investigación de la Fundación Anáas.

 

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