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No pasa nada y nadie hace nada. Esa es la realidad ante la queja de los productores rurales por las importaciones masivas de productos agropecuarios que bien podrían producirse masivamente en Colombia.

El caso de la leche es uno de los más representativos. El gremio de los ganaderos, Fedegán lo denunció esta semana como un ‘crimen en contra de la ganadería’.

¿La razón? Con las cifras del Dane en la mano, José Félix Lafaurie, presidente del gremio expuso ante la prensa que en 2020 la industria procesadora importó 73.663 toneladas de lácteos por 203,5 millones de dólares. El volumen es el equivalente al 27 % del acopio nacional, es decir, tal cantidad de leche no fue comprada a los ganaderos colombianos y prefirieron importarla.

De vieja data es que ante esa situación la leche termine botada en las alcantarillas, los potreros, en la barriga de los terneros o vendida por los ‘cruderos’ en las calles de los barrios, una práctica prohibida desde hace ya más de dos décadas (por higiene y salud pública).

La Oficina de Planeación y Estudios Económicos de Fedegán indicó, luego de analizar las cifras del Dane, que los países desde donde se trajo más leche y productos lácteos fueron Estados Unidos, con 40.405 toneladas por valor de US$111,1 millones (55 %); México con 7.093 toneladas por US$22,5 millones (11 %); Bolivia (9 %); España (5 %); Uruguay (4 %); Argentina (4 %); Francia, 3 %; y República Checa (2 %), entre otros.

Sí, como lo lee, ¡la industria procesadora trae leche desde República Checa!

Entre los productos que más se importaron en 2020 estuvieron la leche en polvo descremada con 32.763 toneladas (US$84 millones), es decir el 41 %; leche en polvo entera, 21.978 toneladas (US$21,9 millones), 36 %; y lactosueros, 13.362 toneladas (USD 13,6 millones), o sea el 7 %.

Recordemos que el lactosuero es el agua que escurre en el proceso de producir quesos o cuajadas y que en las fincas se le daba a los cerdos; ahora resultó ser alimento para humanos.

Lafaurie anotó que, si bien los 670.000 ganaderos colombianos producen leche, algo más de 320.000 se dedican exclusivamente a esta actividad. “En 2020 se produjeron 7.400 millones de litros, de los cuales la industria acopió solamente 3.330 millones, dentro de un mercado oligopsónico, con muchos ganaderos queriendo vender su leche a muy pocos compradores con posición dominante para imponer condiciones”.

Pero si llueve leche desde el exterior, en el caso de los cereales la situación es casi la misma, pese a que Colombia es agrícola y maicera desde antes de la llegada de los conquistadores.

En las cuentas de Fenalce, el gremio que representa a este grupo de cultivadores, las cifras dejan preocupado a más de uno. En 2020 se importaron 8,45 millones de toneladas de cereales y 2,37 millones de toneladas de soya y derivados.

De producirse este volumen en el país podrían haber sido plantadas algo más de un millón de hectáreas con cereales y algo menos de 500.000 hectáreas de soya. Solo en maíz se importaron 5,72 millones de toneladas.

Estas importaciones, en un país que desayuna, almuerza y cena con maíz, al parecer, no importan.

El caso de la papa ha sido uno de los más ilustrados por décadas. Hoy, según las cifras de Fedepapa, el gremio de los paperos, Colombia importa anualmente un promedio de 55.000 toneladas de papa precocida, algo más del 50 por ciento del consumo interno que puede ser abastecido totalmente por las 100.000 familias productoras del tubérculo que generan 350.000 empleos entre directos e indirectos.

Esta papa importada, tristemente, llega a precios de dumping, es decir, por debajo de sus costos de producción en países como Bélgica, el gran proveedor de papa para Colombia, y en espera de quebrar a los productores locales. Como dijo José Félix Lafaurie, ‘un crimen’.

Esta historia de las importaciones de papa tiene ya su historia, de vieja data y, al parecer, a nadie le importa.

Por último, el etanol importado es la razón para que se frenaran las inversiones en nuevas destilerías por parte de la agroindustria azucarera, pues las importaciones mantienen inundado el mercado local con un producto mucho más contaminante que el producido aquí.

Para el 2020 fueron 70’434.000 galones (1’677.000 barriles), una cifra menor a la reportada por la Administración de Información Energética de Estados Unidos para el 2019, cuando sumaron 83’202.000 galones (1’981.000 barriles) del biocombustible.

Por su parte, según reporte de Asocaña, la producción colombiana de etanol (a partir de la caña azucarera) totalizó 105’121.719   galones (2’502.898 barriles) en 2020, cifra que se redujo a 105’121.719 galones (2’502.898 barriles).

Ahora, no es solo leche, cereales, papa o etanol. Las importaciones colombianas de productos del agro incluyen, todo tipo de frutas frescas, alimentos procesados y, aunque muchos no lo crean, café. Sí, de preciarnos de producir el mejor café suave del mundo, ¡importamos café!

La pregunta ha sido repetitiva, por años, a todo funcionario de Gobierno o analista económico: ¿por qué pasa esto? La respuesta, siempre la misma: «Así se negociaron los tratados comerciales»; en buen romance, nos fregamos (por no decir otra expresión coloquial).

 

 

 

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