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En la cotidianidad cualquier ser humano podría estar expuesto a  un hecho de violencia invisible, que se esconde en la capa de una sociedad que ha reemplazado los valores que inspiran a la compasión (entendida por el amor a sus congéneres), a una moral disfrazada en el lucir bien y el egocentrismo que impide ver la transcendencia divina que habita en cada individuo.

Así, de esta manera se ha desdibujando la grandeza de la humanidad para darle paso al egoísmo y los comportamientos que anulan la autoestima, la confianza en sí mismo, el respeto, la dignidad humana, la libertad de expresión y el amor.

A diario suceden historias de violencia invisible, historias que no se cuentan en voz alta, pero que están ahí. ¿Pero qué es la violencia invisible?:

Es un concepto definido por la psicología, que se emplea para hacer referencia a un fenómeno social mediante el cual una o más personas agreden de manera verbal o con acciones silenciosas a otros, estableciendo algún tipo de daño a nivel psicológico y emocional.  La violencia psicológica es común en ciertos ámbitos sociales, tales como el doméstico, el laboral, académico y  empresarial, entre otros escenarios.

Pero esta violencia invisible no solo se viste con palabras desatinadas, como las pronunciadas de manera desafortunada por un empresario recientemente y que desataron polémica. Sino que también se camuflan en las semillas sociales del machismo indiscriminado, no solamente de los hombres, sino de las mismas mujeres que lo admiten silenciosamente por temor a la agresión, o contribuyen a multiplicarlo en la educación de sus hijos e hijas en las costumbres machistas.

También está presente en las oficinas, donde algunos jefes y personas con cargo de poder, abusan de sus subalternos. También es ejercido por padres, profesores, amigos, compañeros, esposos, y novios,  entre otros.

Lo preocupante es que esta violencia causa estragos aberrantes en la psicología humana y se expresa en términos de abuso verbal, mensajes de  desvalorización emocional e incluso en solo miradas o actitudes, que aunque silenciosas, conllevan una carga emotiva durísima. A título de ejemplo: el silencio permanente y agresivo (Sí, hay silencios agresivos) del marido o la esposa en la convivencia diaria, o del Jefe, desconociendo hábilmente al subalterno.

“La violencia invisible es sutil y, por lo tanto cuando no se es consciente de ella, es más compleja de percibir o detectar.  No deja moretones, ni cicatrices en el cuerpo, ni evidencias de golpes, pero las huellas que deja en el alma de aquellos seres humanos afectados, es compleja a veces de  sana’’.

La violencia también llamada doméstica tiene distintas manifestaciones: Física, psicológica, sexual y patrimonial. Añade que en cualquier caso implica abuso de poder, dominio de una persona por sobre otra.

“Esta violencia psicológica puede llegar a ser tan sutil que a veces ni quien la padece no logra darse cuenta del círculo violento en el que  está.  Así que se debe estar atentos  de manifestaciones como: Intimidación mediante palabras, amenazas, exceso de control por el otro,  desvalorización y descalificaciones, entre otros comportamientos”.

¿Pero qué persigue un agresor social?

Según los expertos, el agresor social busca de manera consciente o inconsciente anular la voluntad de la persona agredida y  volverla sumisa y manejable. Es importante resaltar que las víctimas de los agresores sociales, son en la mayoría de los casos, personas de carácter débil.

Algunos por circunstancias de vibración energética, así suene raro, atraen a su vida personajes acosadores o manipuladores, debido a que guardan en su subconsciente muchos miedos, sentimientos de culpa o una constante crítica consigo mismo.  Aunque ellos de manera consciente no sepan que su conversación interna se convierte en un imán para generar estas situaciones.

Por eso es primordial estar alerta de nuestros pensamientos y comportamientos para identificar sí son de victimización o de una actitud responsable con la vida.  Con ello, advierto,  no se justifica el maltrato por otro ser humano.

Así que a la primera señal de violencia invisible, la persona debe poner límites, sin temor al rechazo.  Esos límites deben promulgar el amor propio, la autoconfianza en sí mismo, la seguridad, la autoestima.  Tomando conciencia de que somos, por el solo hecho de existir, dignos, útiles, transcendentes y únicos.

Así las cosas, la violencia invisible, no por soterrada es menos cruel.  Esta violencia se ha ido gestando en un mundo que se ha dejado dominar por el  consumismo, materialismo, poderío y  egocentrismo.

La invitación es a cuidar  nuestras palabras, a ser humildes y asertivos, abandonar la soberbia, e inspirar desde el ejemplo y la coherencia de nuestras acciones, a que seamos más conscientes de que cada cosa que le entregas a la vida: palabras, pensamientos, acciones, sentimientos y actitudes, se devuelve, por la ley del karma (causa y efecto)

La pregunta del Coach: giovannafuentes@yahoo.com

¿Qué haces como individuo por el planeta en nuestro diario vivir?

¿Qué le estamos dando a Colombia con nuestras palabras y actos cotidianos?

¿Cómo sueñas a Colombia en un futuro cercano?

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