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Muchos de nosotros, con frecuencia caemos víctimas de la influencia negativa de otras personas, o quizás de la misma influencia de su crítico interno, de su comité de voces en su mente.  Estos mensajes, actitudes de manera sutil se convierten en una especie de regalo contaminado que lastima la autoestima y de paso fortalece de manera inconsciente las “creencias limitantes de la mediocridad’, que nos impiden entrar en un ámbito de prosperidad y abundancia al darle poder a los paradigmas de otros, al aceptar esos regalos tóxicos, se genera un contagio emocional.

Ayer precisamente en una sesión de coaching de vida con un cliente en otro país, escuche que su objetivo era trabajar lo que odiaba de él: esa necesidad de depender de las opiniones de otros para tomar decisiones. Me ponía el ejemplo de que él quería cambiar su moto por un carro, y que cuando fue a decirle a su padre, él le respondió que sí el carro, que no invirtiera en eso, que iba a perder su moto, que ese carro lo podía dejar tirado, en fin… El cliente me contó que después de esa conversación perdió el entusiasmo para hacer el negocio e incluso salió amargado.

Al final de la sesión descubrió que él podía escuchar su intuición, y tomar sus propias decisiones. Comprendió que su idea había sido contaminada en la buena intención de su padre, de cuidarlo de protegerlo.  No obstante como esta historia, a menudo suceden muchas de esta naturaleza en la comunicación con padres, hijos, compañeros de trabajo, jefes, profesores, hermanos.  Hay incluso unos personajes expertos en destruir sueños en lacerar la autoestima.   Por eso siempre he pensado que los profesores, los educadores, padres y adultos tenemos una responsabilidad muy grande con los niños, pues cuando veo que un niño ha perdido su alegría, indago y me encuentro con alguien le ha dicho, que no es bueno, porque no se queda quieto, o no hace lo que el adulto quiere que haga.

Esto obvio, lo hacen o dicen los adultos desde sus creencias limitantes, desde sus experiencias, frustraciones y esquemas mentales.  En esas palabras y actitudes, se genera un contagio emocional, se entrega un regalito tóxico, que quizás se lanza con muy buena intención o con otras intenciones ocultas para desvalorizar, para quitarle el impulso,  y destruir los sueños de otros, que como lo digo, puede ser con el más grande amor, en el caso de padres o hermanos o hijos, pero que esconde un mensaje de toxicidad que proviene de sus paradigmas heredados.

Conoces la teoría del balde de ¿cangrejos?

En resumidas cuentas dice que los cangrejos son seres tan tontos que si estuviesen solos, cada uno de ellos podría salir con facilidad del balde, pero cuando junto a ellos hay otros cangrejos estos se agarran a aquel que quiere salir y lo halan de vuelta a la profundidad del balde.

Esta metáfora,  pinta la realidad del contagio emocional, cuando alguien quiere salir, viene un cangrejo, vestido y con zapatos y te dice, no, tu no vas para arriba y te envía el regalito tóxico, deja de echarte esos cuentos, estás loco, que interesante que te vaya bien, pero en su pensamiento quizás esté enviando un mensaje que no te apoya a salir adelante.

Como lo dice mi amigo Daniel Goleman, el psicólogo estudioso de la inteligencia emocional, cada vez que interactuamos con una o varias personas los mecanismos de contagio emocional se ponen en marcha. Ya sea con nuestra pareja, en nuestro grupo de amigos o en el lugar en el que trabajamos, nuestras relaciones se ven afectadas por la forma en la que nos dirigimos al otro.

De esta manera, cada uno de nosotros es en buena medida responsable de cómo determina los sentimientos de las personas con las que día a día interactúa, tanto a nivel positivo como negativo. Pero… ¿cuáles son los mecanismos responsables de que esto suceda?.

La transmisión de emociones es un proceso primitivo e inconsciente que actúa como una sincronía y parte de nuestra supervivencia. A través de diversos mecanismos las personas se desenvuelven en una danza emocional para entrar en sintonía mediante la mímica de la expresión facial. Todo comienza por una sonrisa, una expresión de rabia o algunas lágrimas. Basta con ver a alguien expresar una emoción para que en nosotros se evoque ese mismo estado.

A pesar de que genéticamente todos estamos preparados para ser partícipes de este contagio, hay personas que tienen mayor capacidad para transmitir emociones o de contagiarse por los demás. Personas hipersensibles que son como esponjas emocionales capaces de absorber cualquier ápice emocional que se produzca a su alrededor como las PAS (Personas altamente sensibles). Por el contrario también existe la otra cara de la moneda, aquellas personas incapaces de sentir emociones como los psicópatas. Pero ¿quiénes desde la capacidad cerebral las responsables de que este contagio emocional se produzca?.

Las neuronas espejo,  neuronas especulares fueron descubiertas por el equipo del neurobiólogo Giacomo Rizzolatti (1996) mientras investigaban cómo las neuronas de la corteza premotora en el macaco controlaban la acción de prensilidad.  Estas neuronas son las que nos hacen sentir como reales, las emociones del protagonista en una película.  

Cabe resaltar que el contagio emocional es muy distinto a la empatía.

La pregunta del Coach: giovannafuentes@yahoo.com

¿De qué manera has vivido contagio emocional?

¿Cómo cuidas tu salud emocional?

¿Qué clase de relacional emocional has cultivado en ti?

¿Eres un crítico acérrimo de ti mismo, o más amoroso y compasivo?

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